“A ti te gusta un tipo de marchas y a mi otro, es cuestión de gustos”, es el comentario más repetido cuando se critica un repertorio de dudosa calidad entre los cofrades afines a las marchas ‘pop’.
Y no, no es una cuestión de gustos. El arte -en el que se incluye a las marchas procesionales- no entiende de gustos. Si todos los expertos confluyen en que ‘Soleá dame la mano’ es una obra cumbre, ¿por qué nos empeñamos en quitar crédito a este tipo de opiniones?
No son precisamente pocas las entrevistas a hermanos mayores electos en las que se lee que “para mi Cristo y mi Virgen quiero lo mejor”. Y sí, evidentemente nos amparamos en los mejores bordadores, tallistas y escultores con el objetivo de ofrecer lo mejor, pero luego un hermano que entiende un poquito de música ha entregado una marcha con mucho cariño y amor… y para ellos, eso “es lo mejor”.
De la misma manera en la que no se te ocurre comparar el Señor de Pasión con la pirata de la Calle Feria, la artesanía también se entiende en la música y como tal, no se trata de gustos. Sin embargo, mucho me temo que esta será una cuestión con la que tendremos que convivir el resto de nuestro tiempo en las cofradías. Y quizás el problema esté en que se ha democratizado la música; no todos pueden bordar un palio, pero sí pueden hacer una marcha.
¿En qué momento empezó a declararse esta cuestión de gustos? ¿Por qué es la única rama artística de las cofradías que dejamos a elección de alguien que no sabe? Desde los años 80 se atiende a una heteroegenización de la música procesional que más lejos de ofrecer calidad a través de diferentes vías, está llevando la atención hacia marchas de dudosa calidad.
Y no es un problema de carácter. Por suerte contamos con grandes marchas alegren en la última década que engrandecen los repertorios. Gándara, Hurtado, Ojeda o Albarrán se han encargado de que haya música alegre y con cascabeleros, pero hecha con gusto. Pero sigue gustando lo de siempre, ¿por qué?
El regusto de los repertorios de San Benito, Montesión, los años buenos de la Sed o San Roque o el de Santa Genoveva, nos deja entrever que sí se puede ser alegre y tener buen gusto, pero con el tiempo lo más probable es que la Junta de Gobierno de turno, acabe cargándose este tipo de repertorios.
Santi Bellido