Por Pablo G. Torrejón
Karpov y Kasparov fueron dos de los mejores ajedrecistas de la historia. Las partidas del magnífico juego del tablero no tienen el impacto que tuvieron a finales de los ochenta y de los noventa pero hay un resquicio en el mundo donde se sigue jugando al más alto nivel, en el mundo bandístico sevillano.
Hoy en día, entrar a tocar en Sevilla supone participar de un juego en el que hay poco escrúpulos y cada vez más táctica, como en el ajedrez. Las bandas son insignificantes peones que juegan a merced de amenazantes figuras que se desplazan por todo el tablero. Esas hermandades son libres como la reina, amenazantes como el caballo o incisivas como las torres y afilan sus colmillos, especialmente cuando hay elecciones, para herir a unas bandas en pro de otras.
El problema viene cuando un peón, que ya hemos dicho que es una banda, llega al extremo opuesto del tablero y se corona como reina comenzando a devorar a otros peones y estableciendo relaciones peligrosas con otras figuras de la partida. Eso pasó con la Banda de la Tres Caídas del Realejo que como reina, se ofreció a Las Aguas regalando videoconsolas y dinero a la junta de gobierno del Dos de Mayo.
Y es que convertirse en lo que no eres es peligroso. Del fondo al cielo es fácil ascender y más si el marketing y una legión de seguidores te cubren las espaldas. En Sevilla existen directores que ofrecen conciertos privados a hermandades, juntas de gobierno que tragan y mienten en campañas electorales porque, tras desmentir un cambio públicamente de banda, su primera medida tras tomar posesión es cargársela. Si os parece poco, no podía faltar la figura del director o el presidente que fomenta ese juego sucio que consiste en criticar y azotar a las espaldas de otra formación.
El cronómetro que marca los tiempos de la partida hoy en día señala las relaciones caducas por muchos factores. Quizás, a día de hoy, el nivel musical sea lo que menos les importe a las juntas de gobierno. Las jugadas más peligrosas son las que empiezan en la barra de un bar; posteriormente llegarán los regalos y las promesas de pagar algún capricho si mi banda resulta ser la elegida. Para ello tengo que contar con un buen intermediario e incluso un presidente con buen talante, con una presencia que recuerde a la de un político porque quizás su banda sea la forma más sencilla de escalar socialmente.
¿Y quién gana? Pues vencerá el que más cara tiene, el que más egoísta sea y considere a su figura por encima del resto del universo, incluso por encima de su banda. Claro que la victoria no es eterna. De hecho, hoy en día preguntas por Karpov y Kasparov y pocos jóvenes, fans de las bandas, apenas los conocerán. Por eso el jaque siempre empezará por un contrato más y la partida terminará con el mate cuando vean quién eres de verdad.