Por Miguel Ángel Moreno Rebollo
Me ha pasado más de una vez en los últimos meses: ver el repertorio de una procesión, leer una sucesión de marchas de altísima calidad… y pensar “vaya castaña de repertorio”. Los cofrades melómanos llevamos muchos años en una campaña —muy necesaria— de defensa de la calidad musical en lo que suena tras nuestros pasos, que ha dado grandes frutos. Pero todo mantra tiene su peligro y aquí hemos caído en pensar que solo con la calidad basta.
No hay un buen repertorio estándar, que valga para cualquier procesión. Por eso, la primera pregunta que hay que hacerse no tiene nada que ver con lo musical. Conocer cuál es nuestra cofradía, su identidad, sus necesidades y lo que su público espera es la base de todo. Ayuda a evitar muchos absurdos, como ese sinsentido de las glorias (procesiones celebrativas en esencia) con repertorios más tristes que muchos de Viernes Santo. ¿Quiere decir esto que haya que incorporar esas piezas que entran en la categoría de contaminación acústica solo porque nuestra hermandad sea muy de barrio y tenga un público muy cani? Que me hagas esa pregunta a estas alturas, cuando hay cientos de marchas buenas y alegres, es para quitar a Cristo de la cruz y clavarte a ti…
Una vez que sabes cuál es tu hermandad y qué quiere ser de mayor, está bien que te patees el recorrido. ¿Cuántas veces en los últimos años me han tocado marchas prácticamente inaudibles en grandes avenidas donde el sonido se perdía? El entorno urbano en el que nos movemos no es un mero escenario: condiciona y sugiere el tipo de composiciones más adecuadas para cada lugar y cada momento. Hacer un buen repertorio no puede ser rellenar una quiniela de calles con marchas buenas aleatorias. Estrecheces, obstáculos, solares… Todo suma y todo resta, y solo serás consciente de ello si conoces el terreno.
Ahora sí, ha llegado el momento de coger el listado de marchas que tiene montadas tu banda. Escúchalo entero, no seas vago y te quedes en las cuatro marchas de moda. Sé personal, pero no desprecies los clásicos. Y entonces puedes hacer tu magnífica cuadrícula calzando calles con composiciones y darle el papelito al director.
Sobre el papel todo cuadra. Pero todavía puedes caer en un error que estropeará tu magnífica y selecta elección: el repertorio no puede estar escrito en piedra. Una procesión es un ecosistema vivo que puede hacer saltar por los aires lo que antes estaba bien. Tu trabajo no acaba en el papel. Y la cabezonería no ayuda a salvar las nuevas circunstancias. Sé como el junco, my friend. Flexible para sobrevivir. Inteligente para convertir una buena lista de marchas en un buen repertorio… y no morir en el intento.