Por @Dilentante
Vivimos en la zozobra, la inmediatez, el ya y, por supuesto, el like. En la gastronomía no iba a ser menos: take away y mucho McAuto; nada de olla de papas guisás o sus lentejas a fuego lento. En las marchas o marshitas pasa tres cuartos de lo mismo: pedimos, pagamos, consumimos y tiramos.
Haciendo el simil gastronómico, con los repertorios pasa mucho de lo antes expuesto. Una hamburguesa de esas ultraprocesadas que en poco más de 4 minutos la tienes, te la comes (bueno, la devoras), su salsa te chorrea por los dedos y es que te sabe a gloria. Pero, ¿y si comieras una hamburguesa de esas a diario?. Pues llegarían los problemas de salud: colesterol, hipertensión, problemas estomacales (vamos, una buena diarrea).
Con las marshitas hamburguesa, que hoy copan gran parte de los repertorios con pellissco, pasa lo mismo. Antes te caía “Mi Amargura” en la revirá del barrio, de noche, el capataz de turno daba su pregón cuando el solista, henchido, delante de los tambores, incluso, realiza su solo de saxo, flautín o a saber cuál será el próximo. Quedaba un momento especial, efectista, guardado en la retina, que incluso a alguno le podía producir un stendhalazo. Pero, ¿qué pasa cuando un repertorio está basado en hamburguesas? Pues lo mismo que con la ingesta de dicho emparedado: diarrea de cascabeles y pitorrazos que no hay almax que alivie.
El gusto es subjetivo; el criterio no. Trabajen y consensúen con las bandas, estudien, asesórense. Verán como una hamburguesa les sabe a gloria.